Escrito por Wendell Posadas el marzo 21, 2023
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (11, 1-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se encontraba
enfermo Lázaro, en Betania,
el pueblo de María y de su
hermana Marta. María era la
que una vez ungió al Señor con
perfume y le enjugó los pies con
su cabellera. El enfermo era su
hermano Lázaro. Por eso las dos
hermanas le mandaron decir a
Jesús: “Señor, el amigo a quien
tanto quieres está enfermo”.
Al oír esto, Jesús dijo:
“Esta enfermedad no acabará en
la muerte, sino que servirá para
la gloria de Dios, para que el Hijo
de Dios sea glorificado por ella”.
Jesús amaba a Marta,
a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando se enteró
de que Lázaro estaba enfermo,
se detuvo dos días más en el
lugar en que se hallaba.
Después dijo a sus discípulos:
“Vayamos otra vez a Judea”.
Los discípulos le dijeron:
“Maestro, hace poco que los
judíos querían apedrearte,
¿y tú vas a volver allá?”
Jesús les contestó: “¿Acaso
no tiene doce horas el día?
El que camina de día no tropieza,
porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de
noche tropieza, porque le falta
la luz”.
Dijo esto y luego añadió:
“Lázaro, nuestro amigo, se ha
dormido; pero yo voy ahora
a despertarlo”. Entonces le
dijeron sus discípulos: “Señor,
si duerme, es que va a sanar”.
Jesús hablaba de la muerte,
pero ellos creyeron que hablaba
del sueño natural. Entonces
Jesús les dijo abiertamente:
“Lázaro ha muerto, y me alegro
por ustedes de no haber estado
ahí, para que crean. Ahora,
vamos allá”. Entonces Tomás,
por sobrenombre el Gemelo,
dijo a los demás discípulos:
“Vayamos también nosotros,
para morir con él”.
Cuando llegó Jesús, Lázaro
llevaba ya cuatro días en el
sepulcro. Betania quedaba cerca
de Jerusalén, como a unos dos
kilómetros y medio, y muchos
judíos habían ido a ver a Marta
y a María para consolarlas
por la muerte de su hermano.
Apenas oyó Marta que Jesús
llegaba, salió a su encuentro;
pero María se quedó en casa.
Le dijo Marta a Jesús:
“Señor, si hubieras estado aquí,
no habría muerto mi hermano.
Pero aún ahora estoy segura de
que Dios te concederá cuanto
le pidas”. Jesús le dijo:
“Tu hermano resucitará”.
Marta respondió: “Ya sé que
resucitará en la resurrección del
último día”. Jesús le dijo:
“Yo soy la resurrección y la vida.
El que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y todo aquel
que está vivo y cree en mí,
no morirá para siempre. ¿Crees
tú esto?” Ella le contestó:
“Sí, Señor. Creo firmemente que
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo”.
Después de decir estas
palabras, fue a buscar a su
hermana María y le dijo en voz
baja: “Ya vino el Maestro y te
llama”. Al oír esto, María se
levantó en el acto y salió hacia
donde estaba Jesús, porque
él no había llegado aún al
pueblo, sino que estaba en
el lugar donde Marta lo había
encontrado. Los judíos que
estaban con María en la casa,
consolándola, viendo que ella
se levantaba y salía de prisa,
pensaron que iba al sepulcro
para llorar ahí y la siguieron.
Cuando llegó María adonde
estaba Jesús, al verlo,
se echó a sus pies y le dijo:
“Señor, si hubieras estado aquí,
no habría muerto mi hermano”.
Jesús, al verla llorar y al ver llorar
a los judíos que la acompañaban,
se conmovió hasta lo más
hondo y preguntó:
“¿Dónde lo han puesto?”
Le contestaron:
“Ven, Señor, y lo verás”. Jesús
se puso a llorar y los judíos
comentaban: “De veras ¡cuánto
lo amaba!” Algunos decían:
“¿No podía éste, que abrió los
ojos al ciego de nacimiento,
hacer que Lázaro no muriera?”
Jesús, profundamente
conmovido todavía, se detuvo
ante el sepulcro, que era una
cueva, sellada con una losa.
Entonces dijo Jesús:
“Quiten la losa”. Pero Marta, la
hermana del que había muerto,
le replicó: “Señor, ya huele mal,
porque lleva cuatro días”.
Le dijo Jesús: “¿No te he dicho
que si crees, verás la gloria de
Dios?” Entonces quitaron la
piedra.
Jesús levantó los ojos a lo alto
y dijo: “Padre, te doy gracias
porque me has escuchado.
Yo ya sabía que tú siempre me
escuchas; pero lo he dicho a
causa de esta muchedumbre
que me rodea, para que crean
que tú me has enviado”.
Luego gritó con voz potente:
“¡Lázaro, sal de ahí!”
Y salió el muerto, atados con
vendas las manos y los pies, y
la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: “Desátenlo,
para que pueda andar”.
Muchos de los judíos que
habían ido a casa de Marta y
María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.